Gestamos culpa, saltamos
Es una orden;
Abrir las piernas. Cerrar la boca
Ser almacén, aguantar (Jimena González)
La culpa. Me culpé, nos culpamos, nos culparon, esa fue la reacción. Nosotras solo confiamos en ese otro cercano, el de los brazos cálidos, confiamos porque el mundo dijo que eso estaba bien. El acto más grande de fe.
El olvido. Decidí guardarlo en lo más recóndito de los recuerdos, en ese agujero al que se van los desamores, las memorias de los golpes y las pérdidas más profundas. Olvidar porque es el antídoto más fácil, el mas cercano.
La palabra. Ponerlo en palabra, en canción, en poema, en relato familiar, en lágrimas colectivas. Contarlo para recordar, saber que pasó, contar que el dolor invadió el pecho como un crujido estruendoso. Intentar contar una historia dolorosa sin eco o con ecos acallados, intentar contar una historia con el miedo amenazando como un hongo que carcome las plantas hasta volverlas grisáceas. Grisáceas como las almas de quienes no nos permiten huir.
Llorar. Dejar que los ríos del alma se invadan de llanto, ese llanto que quema la garganta y seca los párpados, ese llanto embriagador que cierra las heridas. El llanto de una, de todas, de todos. El llanto que se lleva al lago, a la cascada, al mar para dejarlo fluir, para que se convierta en ola y se destruya en un estruendoso espectáculo de rocas que vibran.
Yo, tu, ella, ellas, nosotras, todas las que llevamos la violencia a cuesta, el dolor en la espina dorsal, el llanto acumulado en las muñecas, la presión en la garganta, el miedo en las alas. Nosotras las que al escucharnos coincidimos en este dolor que compartimos de ser el deseo de un traidor.
yo te creo y te acompaño en ese relato de dolores colectivos.